El Ejército y los rebeldes se acusan mutuamente de la última carnicería, cometida durante la noche del domingo, pero diversos indicios apuntan hacia la culpabilidad de fuerzas leales al presidente Bachar el Asad.
| marzo 13, 2012
El Ejército y los rebeldes se acusan mutuamente de la última carnicería, cometida durante la noche del domingo, pero diversos indicios apuntan hacia la culpabilidad de fuerzas leales al presidente Bachar el Asad.
El Gobierno atribuye los asesinatos a “bandas terroristas”. Desde el principio de la revuelta, hace un año, Bachar el Asad ha calificado de “terroristas” tanto a los manifestantes desarmados como a los milicianos de toda procedencia y al llamado Ejército Libre, compuesto fundamentalmente por desertores.
Según El Asad, el hecho de oponerse al régimen constituye en sí mismo un acto de terrorismo.
La versión de las autoridades de Damasco acerca de los cadáveres descubiertos en Homs flaquea en varios puntos: primero, el Ejército se adueñó de la ciudad hace dos semanas después de casi un mes de bombardeo y controla las calles; segundo, es el Ejército quien rechaza la presencia de testigos extranjeros, sean miembros de la Cruz Roja Internacional o periodistas; tercero, las víctimas pertenecen a la comunidad musulmana suní, mayoritaria en el país y muy identificada con los rebeldes.
Los grupos que combaten contra el régimen también cometen matanzas, pero sus víctimas no suelen ser suníes, sino alauíes a los que se acusa de “cooperar” con el Gobierno.
La oposición atribuye los crímenes a los shabiha, la milicia alauí (una secta minoritaria del chiísmo a la que pertenecen la familia presidencial y las élites del régimen) que colabora con las tropas y va de casa en casa saqueando y asesinando, en lo que se califica como “trabajo de limpieza”. Los testimonios de miles de sirios que han logrado refugiarse en Líbano y Turquía coinciden en que el régimen de El Asad aspira a sofocar la rebelión por la vía del terror, y ha dado luz verde a sus peores sicarios.