Al morir Osama Bin Laden, Al Qaeda y su entorno pierden su símbolo más importante. Pero por muy debilitada que esté esta red terrorista global todavía tiene capacidad de actuar. Probablemente ya no es un grupo capaz de hacer algo parecido a lo de aquel 11-S en Estados Unidos, ni a los atentados en Casablanca, Madrid o Londres, pero lo ha seguido intentando.
| mayo 2, 2011
Los golpes que ha recibido Al Qaeda y el bestial incremento de la seguridad han llevado al fracaso de varios complots terroristas para atentar en aviones con destino a Estados Unidos. El último, cuando en navidades de 2009, un terrorista intentó inmolarse en un vuelo de Ámsterdam a Detroit.
Parte del éxito de la cúpula de Bin Laden fue la de convertir su grupo, la Base -eso significa literalmente Al Qaeda- en una especie de idea, una marca con la que grupos más pequeños a nivel local pueden actuar.
Además de Afganistán, Irak fue su segundo paraíso durante gran parte de estos 10 años, pero es en sitios como Pakistán, Somalia, Yemen y el Magreb donde tiene ahora mismo capacidad de actuar con atentados y secuestros.
Sigue siendo un grupo capaz de infundir terror. Pero si alguna vez la tuvo, ya no ejerce la influencia que predicaba tener sobre todo en las jóvenes generaciones del mundo árabe o de sociedades musulmanas.
Como resumía un experto estadounidense hace unas semanas, esa década que va del 11-S al 11-F, la fecha de la revolución egipcia, completa el ciclo del fracaso global de Al Qaeda.