Un joven marroquí que emigró a Barcelona confiesa que se ha unido al islamismo radical
| diciembre 28, 2014
—Nos vamos a Siria. No se lo digas a ninguno, ¿vale?
—Y eso, ¿por qué te vas a Siria?
—Por Allah.
—¿¿¿Estás loco o qué???
—No se lo digas a nadie.
—¿Hablas en serio?
—Sí. Pagan bien. Hay mucho peligro. Cuídate princesa, ¿vale? Voy a dejar tu número a uno. Venga, voy a dormir para levantarme para coger camino. Si pasa algo, tú lo sabrás la primera.
Tengo ganas de morir, no tengo nada, nadie me quiere
Cuando Hassan (nombre ficticio) cortó la conversación, Fátima, que tampoco se llama así pero prefiere mantener el anonimato, telefoneó a su madre, que ha trabajado y conocido en Barcelona a muchos jóvenes que flirtean con el islamismo radical. “Mi hija estaba sorprendida, pero creo que al principio no se daba cuenta de lo grave que era lo que le estaba diciendo el chico”, cuenta la mujer en una conversación por teléfono con este periódico. “Fui yo quien le dije que intentara averiguar más y que teníamos que informar a los Mossos”.
Tras el intercambio de mensajes, Hassan llamó a Fátima y los jóvenes hablaron durante unos minutos. Tal y como le había sugerido su madre, ella grabó la conversación.
Hassan cuenta que va con un amigo y otros jóvenes y que “todo es gratis”
Son casi las 16.00 del domingo y a Hassan se le entiende mal, confiesa que está medio adormilado. Le cuenta a su amiga que se va a las 12 de la noche. No lleva pasaporte y le van a dar unas tarjetas de identidad falsas. Admite que no es la primera vez que va. “¿La otra vez que desapareciste también estuviste en Siria?”, le pregunta Fátima, que empieza a atar cabos de los meses en los que no tuvo noticias de su amigo. Le extrañaba no saber nada de él, pero no sospechaba que hubiera podido entrar en contacto con grupos yihadistas. “Tú en Barcelona no eras así, no hacías esas cosas raras, a ti te han comido la cabeza”, le dice la joven.
Hassan habla con frases cortas. Cuenta que, además de a Fátima, solo le ha contado sus planes a su madre. “Me ha dicho que si tengo que irme, que vaya. Adiós”, dice. ¿Tú no sabes que te puedes morir?, le pregunta su amiga. “Tengo ganas de morir, ya no tengo nada, nadie me quiere”, asegura el joven marroquí. “Lo hago por Alá. Me gusta”, afirma. La amiga intenta conocer algún detalle más sobre el viaje. ¿Con quién va? ¿Quién lo paga? Hassan le cuenta que va con un amigo y con otros a los que no conoce. Y que el billete es gratis, “todo es gratis” y “pagan bien”, insiste. “Por Alá puedes hacer muchas cosas, pero no irte a morir, qué mira la edad que tienes”, le dice Fátima desesperada.
Llevamos ropa de marca y no tenemos que robar, afirma el joven marroquí
El domingo por la tarde, tras el sorprendente anuncio de Hassan, la joven cae en la cuenta de que hace meses que perdió el rastro de varios de sus amigos marroquíes de Barcelona. Lo único que sabía de ellos era que estaban en Europa, pensaba que trabajando. “Ahora está convencida de que pueden estar haciendo lo mismo que este chico”, dice la madre. Los Mossos d'Esquadra estuvieron en su casa el lunes escuchando su relato, leyendo los mensajes, viendo fotos de amigos. Le dijeron a la joven que tuviera cuidado.
Según reveló hace diez días el consejero de Interior de la Generalitat de Cataluña, Ramon Espadaler, los Mossos d’Esquadra tienen constancia de que, al menos, una veintena de personas que vivían en Cataluña han viajado desde el año 2013 a Oriente Próximo para unirse al Estado Islámico. Espadaler ofreció estos datos, después de que se hiciera pública la detención en Bulgaria de tres residentes de la provincia de Barcelona que, como Hassan, trataban de llegar a Siria para alistarse en el grupo terrorista.
“Yo me quedé asustada de lo que iba contando mi hija, de cómo veía posible que tantos amigos estuvieran metidos ahí”, dice la madre. Durante la conversación por teléfono del domingo, Hassan le contó a Fátima que un día fue a una tienda a comprar unas cuchillas y que el hombre que le atendió acabó convenciéndole para que le acompañara a una mezquita. Allí conoció a otros jóvenes que, como él, apenas tenían familia ni recursos para subsistir.
“Buscan este perfil”, apunta la madre, que asegura haber conocido a muchos jóvenes que, como Hassan, llegaron a España con 16 ó 17 años en patera o en los bajos de un camión. Él se fue a Barcelona porque ya tenía allí algún familiar y amigos de su barrio de Marruecos. “Muchos malviven, muy pocos trabajan, algunos roban”. Es el caso de Hassan, según ha confesado Fátima a su madre. “Les enrolan como soldados del islam y les pagan mucho dinero. Eso les engancha. A la vez les van comiendo el coco con que tienen que matar a infieles y morir por Alá. Les capturan como a pájaros”. En los mensajes enviados por Hassan a su amiga, el joven marroquí presume de que ahora puede vestir ropa cara y le envía fotos para que vea lo cambiado que está. “Comemos bien. Llevamos ropa de marca y no tenemos que robar”, le dice.
Hassan volvió a dar señales el lunes por la noche. Esta vez por Facebook. Todavía seguía en Europa. Contó que les habían sacado de madrugada para llevarles “a otro sitio”. Ya les habían dado sus tarjetas de identidad falsas, pero no les habían concretado cuando saldrían para Siria. De momento, les habían trasladado a otro lugar en el que estaban “entrenando” y “guardando material de guerra”. También les dan “charlas”, contó el joven. En España no le espera nadie, probablemente solo alguna causa penal pendiente. En Siria, la posibilidad de morir por Alá. Hassan parecía no tener duda de su elección: “Lo hago porque quiero”, le aseguró insistentemente a su amiga.