Un gol de tacón de Villa abrió el marcador y desarmó a Australia. Se marchó llorando cuando fue sustituido. Después, Torres y Mata completaron el triunfo de la dignidad.
| junio 23, 2014
Terminó el Mundial para España y ahora nos queda el amplio enunciado de todo lo que hubiera podido ser. Si la Selección hubiera empezado contra Australia, si Silva hubiera marcado aquel gol contra Holanda, si la composición del grupo hubiera sido más amable, si nos hubiéramos alojado en Copacabana. Así es. Ganar el último partido nos aplacó el ánimo revolucionario y nos sumergió en la melancolía. La renovación no será tan simple como empezar de cero, porque no es sólo cuestión de años, de abrir las puertas de la guardería. El drama no es que todavía sirvan muchos; la tragedia es que probablemente sirvan casi todos.
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